Voy a seguir con la historia de Runas. La he elaborado un poco y ya tengo las bases.
Habían pasado diez años desde el día de la muerte de Leif. Y todos los años, en el aniversario de ese día, Thorgils tenía el mismo sueño. Se despertaba tembloroso y lleno de sudor. Pero este año fue diferente, tuvo otro sueño.
En el sueño se encontraba en un bosque, un pinar, y a lo lejos en lo profundo del bosque, había una luz. Thorgils se dirigió a ella, y cuando estaba a escasos metros, todo dio vueltas, Un olor enraecido flotaba en el aire, y la tierra, húmeda y almizcleña, se le pegaba a las botas, embarrándolas. La luz se oscureció, y todo cayó en las tinieblas. Los árboles se enganchaban entre sí, dejando cada vez menos espacio, y se oía todo el rato una voz potente que decía: "¡Apresúrate! ¡Apresúrate!" Al final cayó un velo negro y Thorgils se despertó.
Estaba amaneciendo, el sol se colaba por las ventanas e iluminaba la estancia. Bajó de la gran cama nórdica y salió de la habitación. Se fue al salón principal, donde los rescoldos de la fogata del día anterior aún calentaban. Su madre ya estaba ahí sentada, con una manta sobre los hombros y un cuerno en la mano.
- ¿Otra vez el sueño? - preguntó mientras le ofrecía la bebida.
- No, esta vez ha sido diferente. Estaba en otro lugar, otro escenario, con diferentes visiones. Una voz sonaba en la lejanía.
Le relató el sueño, sin omitir ni un detalle. Su madre no le interrumpió, y cuando acabó; asintió, y en silencio removió el carbón. A continuación, cogió un cuchillo, y sin previo aviso, se lo pasó por la palma de la mano, y dejó que la sangre goteara hasta los restos de la hoguera. Thorgunna cerró los ojos y murmuró algo en voz baja. Después se levantó enérgicamente, e indicó a Thorgils que la siguiera.
Su madre le había llevado a la cocina, donde metió en un petate comida, ropa y útiles. Le había puesto el petate en las manos sin decir nada. Apenas le dio tiempo a reaccionar.
- Madre, ¿qué es esto? ¿Qué esta ocurriendo?
- No hay tiempo, coge lo necesario, tienes que irte.- paró de colocar el petate y se le acercó. Puso su mano sobre su mejilla, mirándole con infinita ternura. Durante un instante, pareció que las arrugas desaparecían de su frente, pero al rato ya estaban allí.- Hijo mío... Tienes que marcharte, tu destino te aguarda. Viaja hacia el este, hacia la frontera con Suecia. Busca una aldea llamada Gudeheimen; pregunta por Gudrun la völva. Vete ya.
Si algo sabía Thorgils, era que su madre nunca se equivocaba. Diez años la habían envejecido notablemente, pero no habían hecho mella en su mente. Seguía siendo una mujer fuerte y sabia, y gobernaba la casa como antaño.
Thorgils terminó la comida. Hacía un día que había estado en Gudeheimen, y cada vez que preguntaba por Grudrun le daban con la puerta en las narices o encogían los dedos excepto el pulgar y colocaban la mano debajo de la garganta. Al final un señor le indicó que la cabaña estaba en el centro de un campo de cereales, puesto que eran sus tierras.
Se colocó el petate y continuó andando. Veía la choza a los lejos, rodeada de cebada y trigo. Avanzó lentamente por los campos segados, y llamó a la puerta. Era una cabaña vieja y destartalada, pero que se mantenía en pie. Estaba cubierta de ramas y hojas de diferentes tamaños, como si intentara, sin éxito, ocultarse. Al final la puerta se abrió con un desagradable chirrido. Una anciana, bastante bajita, le miró con unos ojos histéricos debajo de una capucha. Llevaba una larga túnica manchada y desgastada que arrastraba al caminar. Los brazos, huesudos, estaban adornados con multitud de pulseras de oro, plata e incluso de latón. Dos toscas trenzas de color ceniza caían de su cabeza. Portaba un nudoso bastón más alto que ella, y que era de nogal.
Thorgils tragó saliva. Sabía quien era, sin necesidad de hablar. Notó que la mujer la invitaba a entrar, y eso hizo. Era una cabaña de una sola habitación, con la cama allí mismo, y una mesa y sillas en el centro. Las paredes estaban decoradas con runas y dibujos extraños. Se sentaron en unos taburetes, uno en frente de otro. Entonces, y solo entonces la anciana habló.
- Bienvenido, Maldito.
Saludos paganos de Ragnarök.
Acabó de leer el prólogo y el primer capítulo y está muy interesante. Ahora me quedo con las ganas de saber más. ;-;
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Rebeca
Jajaja, pues a saber cuando me pongo con el siguiente cap ^^""
EliminarMuy bonito todo. Más campos de gluten, una madre que hecha de su casa su hijo sin saber porque y que resulta que está maldito... ¿Qué pasa por tu cabezita, ahijado mío?
ResponderEliminar~Tu súper madrina~
Eeehh!! La madre sabe porque lo echa, solo que no lo dice.
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