\-(Capitulo 5)-\
Thorgils caminó lentamente, avanzando por la caverna. Era bastante profunda y tenía varios túneles. Las paredes estaban pintadas con dibujos que representaban las aventuras de los dioses. También había varias runas esparcidas por la cueva. La luz entraba por rendijas del techo e iluminaba la estancia. Había varios muebles comunes y viejos. Se respiraba un ambiente antiguo.
El hombre se levantó y cogió un trozo de madera de una mesa. De repente, se lo arrojó a Thorgils mientras murmuraba. Instintivamente, Thorgils levantó los brazos y el trozo de madera le dio de lleno, impulsándole hacia atrás con una fuerza arrolladora. Jadeando en el suelo, Thorgils se acercó al trozo de madera que estaba tendido junto a él. No era muy grande, y tenía grabado una runa. Uruz. Ganado. Vigor, poder, fuerza. El hombre le echó una mirada de desaprobación, y a continuación se dirigió a uno de los túneles y fue absorbido por él.
El Maldito se acercó a los cortezas y se sentó junto a ellos. Cansado, preguntó quién era el misterioso hombre.
- Él es nuestro creador; Thrand. Es un seidrmann dedicado a Tyr, dios de la guerra y la justicia. Nosotros éramos corteza aún adherida al árbol cuando él vino y nos despertó. Nos dio forma, nos moldeo, nos insufló vida.
Es un hombre terrible, mucho poder en sus manos. Yo estoy consagrado en especial a Frey, y Embla a Freyja. – añadió mientras le enseñaba la "runa de nacimiento". Embla hizo lo mismo. – Nos dio una misión; buscarte y traerte aquí, con él. Estuvo en contacto con nosotros todo el tiempo. Él te enseñará seidr. Si te lo permite, claro.
Es un hombre terrible, mucho poder en sus manos. Yo estoy consagrado en especial a Frey, y Embla a Freyja. – añadió mientras le enseñaba la "runa de nacimiento". Embla hizo lo mismo. – Nos dio una misión; buscarte y traerte aquí, con él. Estuvo en contacto con nosotros todo el tiempo. Él te enseñará seidr. Si te lo permite, claro.
Anochecía, y los cortezas le enseñaron a Thorgils una cueva al final de un pasillo que sería su habitación. Thorgils estaba agotado, y se tumbó en el camastro. Los cortezas se fueron silenciosamente. El Maldito se paró un momento para pensar en todo lo ocurrido. Había dejado su hogar, la granja, y había conocido a una völva que le había enseñado un poco de seidr. A usarlas para alterar la realidad y a usarlas para ver una parte del enrevesado telar del destino. Después había vuelto a casa, pero demasiado tarde. Su madre, moribunda y a punto de morir, le entregó la runa de su padre. Habían aparecidos dos extraños seres en la historia. Le habían conducido hasta Islandia, donde, había tenido que usar su conocimiento sobre el seidr para entrar en la cueva del que se supone que sería su tutor en lo referente a las runas. Este le había puesto a prueba y había fallado. En pocos días habían ocurrido cosas sorprendentes, para bien o para mal.
Thorgils se centró en su problema; tenía que conseguir la atención de Thrand. Pensó en ello bastante tiempo. Con ese pensamiento en la cabeza se durmió.
* * *
Todo se volvió turbio, confuso y efímero. Sus sentidos estaban embotados y su cuerpo no respondía a sus órdenes. Se encontraba en un lugar inmenso, un majestuoso salón. Pero había algo extraño en esa enorme casa. Las columnas eran circulares y las vigas también, y acababan en un reluciente brillo en uno de los extremos. En los bancos que rodeaban una gran mesa brillaban monedas o incluso escamas. Thorgils oyó el balido de una cabra y vio las astas de un ciervo. En la imponente mesa había platos de jugoso jabalí asado y cuernos rebosantes de hidromiel. El Valhalla.
Dos cuervos se fueron a posar en frente de él. Eran grandes, lustrosos y con los ojos llenos de inteligencia. Thorgils sintió un espasmo, y algo dentro de él pidió salir. Algo, o alguien. Gritó de dolor, su torso se estaba convulsionando. Del pecho se formó una figura alada. Hugin, su cuervo, el cual se fue a posar junto a los otros dos.
Una niebla espesa y densa se formó a su alrededor, envolviéndole entero. De repente, otra figura entró en la sala. Era poderosa, muy poderosa. Incluso Thorgils pudo percibir la poderosa presencia del ser. Vio su alta figura cubierta de niebla, con un sombrero de ala ancha y una lanza en la mano. Gruñendo, dos esbeltas sombras se pusieron a su lado. Aullaron y empezaron a andar en círculos, con el extraño en el medio. Los cuervos graznaron, y agacharon la cabeza. La misteriosa figura alzó la lanza unos centímetros por encima del suelo, y después dio un golpe seco con ella. La onda expansiva alcanzó a Thorgils, atravesándole por completo, y metiéndose en cada célula de su ser. Sin fuerzas y atónito, Thorgils se dio cuenta de quién era aquel desconocido.
Con la respiración entrecortada, Thorgils dobló la rodilla. Agachó la cabeza, no se atrevía a mirarle. Thorgils no podía parar de pensar en lo estúpido que había sido al ponerle Hugin a su fylgja. Ante él se encontraba el que le había nombrado su Maldito. El responsable de todas sus desgracias y de sus alegrías. De sus temores y de sus deseos. Odín.
- Levanta. – solo una palabra suya bastaba para sentir su magnificencia. Su voz era suave, como un cuchillo cortando mantequilla. Como el ronroneo de un gato, o como el trino de un pájaro. Pero debajo de ese timbre aterciopelado, había un tono cruel y duro. Y una vez que esa parte hablaba, no había marcha atrás. – Levanta muchacho.
- P-padre de t-todos... - la voz le temblaba, y sentía alivio y terror a la vez. Se dijo que nunca querría a Odín como enemigo. Se alzó lentamente.
- Sí, ese soy yo. – Thorgils le miró a la cara. Tenía una espesa barba grisácea con hebras plateadas, y el sombrero tapaba la cuenca vacía del ojo. – Ven, acércate. – no era una petición, era una orden.
Thorgils se acercó al Altísimo, el cual le dijo que paseara con él. Recorrieron las amplias estancias del Valhalla. Durante un tiempo caminaron en silencio, pero cuando se acercaron a un inmenso árbol, al final Odín habló.
- Estos son mis dominios, mi reino. Esta es mi fortaleza y esta es mi mansión. De sangre y acero está construido el Valhalla, y de sangre y acero sus guerreros. He recibido a nobles, a campesinos, a reyes, a gigantes, a enanos, a elfos y a dioses por igual en estos salones. Y todo aquel que ha pisado el Bifrost una vez puede volver, siempre que encuentre el camino de vuelta.
>> Llevo mucho tiempo aquí, y quién sabe si estaré mucho más. Hace décadas que envié una profecía a Midgard. Tu profecía. Y el día en el que naciste lancé sobre ti una maldición. De origen humilde, criado en los campos, obligado a partir por causas ocultas. Has sufrido mucho, no lo niego, y aún no has aceptado lo que eres y lo que puedes llegar a ser. Ni siquiera sabes lo que fuiste. Te queda un largo camino por recorrer. No comprendes mi causa, la causa del seidr, pero la comprenderás. Abraza tu lado mágico, siente el poder que reside en ti. Hay conjuros y maleficios tenebrosos que están siendo utilizados por gente con fines terribles y malignos. Gente que desea el caos y la destrucción. Se hacen llamar los Liberados. Aprende. Usa el poder que recorre tu ser. Reúne a algunos fieles y forma una compañía. Encuéntralos. Después, acaba con ellos.
El tono de Odín se había endurecido, y su voz resonaba en todo el Valhalla. El único ojo del Tuerto irradiaba poder, y su mano agarraba con fuerza la lanza. Odín metió la mano en un bolsillo, y saco una reluciente argolla dorada.
- Esta es una copia de Draupnir. Como ya sabes, la argolla de oro hace cada noche ocho copias idénticas a él y del mismo valor. Cógela. Enséñasela a Thrand como muestra de que has hablado conmigo. Él lo entenderá. – Le dio la argolla a Thorgils, que la cogió. Pesada, dorada y brillante, así era la argolla. – Ahora, vuelve a Midgard.
Odín pasó la punta de su lanza por su mano. La sangre chorreaba. El Altísimo alzó la mano, y una gota de espesa sangre cayó sobre la frente de Thorgils. Sangre de dioses, pensó el Maldito antes de caer presa de las divagaciones y las locuras.
* * *
Thorgils se despertó sobresaltado. Estaba a punto de amanecer, aunque en las cavernas no se notaba la diferencia. Thorgils palpó la cama; a su lado se encontraba la argolla gemela de Draupnir. Se levantó y con la argolla en la mano, salió de la cueva.
Saludos paganos de Ragnarök.
Siguiendo Runas fielmente se ve claramente tu evolución, aunque lleves poco tiempo algo se nota (créeme). Pero no creo que la voz de Thorgils supere el dulece aunque aveces molesto ronroneo de un gato xd.
ResponderEliminarEspero verte entre los mejores con tu relato corto en ese concurso��
Saludos paganos de una seguidora un tanto rara. Sigue así!